miércoles, 24 de octubre de 2018

cuentos tradicionales

cuentos tradicionales




¿Que es un cuento tradicional?

el cuento tradicional es una narración breve, de autor anónimo, que refiere acontecimientos ficticios. Pero, además, por pertenecer a la tradición oral, el cuento tradicional perdura a través de variante.


caperucita roja


Resultado de imagen para caperucita roja
             
Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita roja.
Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.
– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser peligroso”.
Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba.
No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: – “Caperucita, caperucita ¿a dónde vas con tantas prisas?”
Caperucita lo miró y pensó en lo que le había pedido su mamá antes de salir, pero como no sintió temor alguno le contestó sin recelo. – “A casa de mi abuelita, que está muy enfermita”.
A lo que el lobo replicó: – “¿Y donde vive tu abuelita?”.
– “Más allá de donde termina el bosque, en un claro rodeado de grandes robles”. – Respondió Caperucita sin sospechar que ya el lobo se deleitaba pensando en lo bien que sabría.
El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si primero tomaba a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna, pero igual servirá”, – se dijo mientras ideaba un plan.
Mientras acompañaba a esta por el camino, astutamente le sugirió: – “¿Sabes qué haría realmente feliz a tu abuelita? Si les llevas algunas de las flores que crecen en el bosque”.
Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las palabras de su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del camino”. A lo que el lobo le contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es un atajo con el que llegarás más rápido a casa de tu abuelita”.
Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El lobo sin perder tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó haciéndole creer que era su nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se puso su gorro, su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegase el plato principal de su comida.
A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y al ver que nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde se encontraba tumbada su abuelita con un aspecto irreconocible.

Resultado de imagen para caperucita roja
– “Abuelita, que ojos más grandes tienes”, – dijo con extrañeza.
– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo imitando con mucho esfuerzo la voz de la abuelita.
– “Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes” – dijo Caperucita aún sin entender por qué su abuela lucía tan cambiada.
– “Son para oírte mejor”, – volvió a decir el lobo.
– “Y que boca tan grande tienes”.
– “Para comerte mejooooooooor”, – chilló el lobo que diciendo esto se abalanzó sobre Caperucita, a quien se comió de un solo bocado, igual que había hecho antes con la abuelita.
En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí, que oyó lo que parecía ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar hasta la cabaña, en la que para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una siesta, con la panza enorme de lo harto que estaba.
El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó que era mejor usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había comido el bribón. Y así fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita y a su abuelita, quienes aún estaban vivas en el interior del lobo.
Entre todos decidieron darle un escarmiento al lobo, por lo que le llenaron la barriga de piedras y luego la volvieron a coser. Al despertarse este sintió una terrible sed y lo que pensó que había sido una mala digestión. Con mucho trabajo llegó al arroyo más cercano y cuando se acercó a la orilla, se tambaleó y cayó al agua, donde se ahogó por el peso de las piedras.
Caperucita roja aprendió la lección y pidió perdón a su madre por desobedecerla. En lo adelante nunca más volvería a conversar con extraños o a entretenerse en el bosque.


el gato con botas


Érase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. El molinero solo tenía tres posesiones para dejarles cuando muriera: su molino, un asno y un gato. Estaba en su lecho de muerte cuando llamó a sus hijos para hacer el reparto de su herencia.
–“Hijos míos, quiero dejarles lo poco que tengo antes de morir”, les dijo. Al hijo mayor le tocó el molino, que era el sustento de la familia. Al mediano le dejó al burro que se encargaba de acarrear el grano y transportar la harina, mientras que al más pequeño le dejó el gato que no hacía más que cazar ratones. Dicho esto, el padre murió.

Resultado de imagen para el gato con botas
El hijo más joven estaba triste e inconforme con la herencia que había recibido. –“Yo soy el que peor ha salido ¿Para qué me puede servir este gato?”, – pensaba en voz alta.
El gato que lo había escuchado, decidió hacer todo lo que estuviese a su alcance para ayudar a su nuevo amo. – “No te preocupes joven amo, si me das un bolso y un par de botas podremos salir a recorrer el mundo y verás cuántas riquezas conseguiremos juntos”.
El joven no tenía muchas esperanzas con las promesas del gato, pero tampoco tenía nada que perder. Si se quedaba en aquella casa moriría de hambre o tendría que depender de sus hermanos, así que le dio lo que pedía y se fueron a recorrer el mundo.
Caminaron y caminaron durante días hasta que llegaron a un reino lejano. El gato con botas había escuchado que al rey de aquel país le gustaba comer perdices, pero como eran tan escurridizas se hacían casi imposibles de conseguir. Mientras que el joven amo descansaba bajo la sombra de un árbol, el gato abrió su bolsa, esparció algunos granos que le quedaban sobre ella y se escondió a esperar.
Llevaba un rato acechando cuando aparecieron un grupo de perdices, que encontraron el grano y se fueron metiendo una a una en el saco para comérselo. Cuando ya había suficientes, el gato tiró de la cuerda que se encontraba oculta, cerrando el saco y dejando atrapadas a las perdices. Luego se echó el saco al hombro y se dirigió al palacio para entregárselas al rey.
Cuando se presentó ante el rey le dijo: – “Mi rey, el Marqués de Carabás le envía este obsequio. (Este fue el nombre que se le ocurrió darle a su amo)”. El rey complacido aceptó aquella oferta y le pidió que le agradeciera a su señor. Pasaron los días y el gato seguía mandándole regalos al rey, siempre de parte de su amo.
Un día el gato se enteró de que el rey iba a pasear con su hermosa hija cerca de la ribera del río y tuvo una idea. Le dijo a su amo: – “Si me sigues la corriente podrás hacer una fortuna, solo quítate la ropa y métete al río”. Así lo hizo el hijo del molinero hasta que escuchó a su gato gritando: – “¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Se ahoga el Marqués de Carabás! ¡Le han robado sus ropas!”. 
El rey atraído por los gritos se acercó a ver qué pasaba. Al ver que se trataba del Marqués que tantos obsequios le había enviado, lo envolvió en ropas delicadas y lo subió en su carruaje para que les acompañara en el paseo.
El astuto gato se adelantó a la comitiva real y se dirigió a las tierras de un temido ogro, donde se encontraban trabajando unos campesinos. Los amenazó diciéndoles: – “Cuando el rey pase por aquí y les pregunte de quién son estas tierras, deberán responder que pertenecen al Marqués de Carabás, sino morirán”.
De esta manera cuando el rey cruzó con su carruaje y preguntó a quién pertenecían aquellas tierras, todos los campesinos contestaron: – “Son del señor Marqués de Carabás”.
El gato con botas que se sentía muy complacido con su plan, se dirigió luego al castillo del ogro, pensando en reclamarlo para su amo. Ya había escuchado todo lo que el ogro podía hacer y lo mucho que le gustaba que lo adularan. Así que se anunció ante él con el pretexto de haber viajado hasta allí para presentarle sus respetos. Imagen relacionada

Cuando estuvo solo con el ogro, el gato le dijo: – “Me han dicho que es capaz de convertirse en cualquier clase de animal, como por ejemplo un elefante o un león”.
– “Es cierto”, – contestó el ogro muy halagado y se transformó de inmediato en un rugiente león para demostrarlo.
A lo que el gato contestó: – “¡Sorprendente! ¡Ha sido increíble! Pero me impresionaría más si pudieras transformarte en algo tan pequeñito como un ratón. Eso debe ser imposible, incluso para un ogro tan poderoso como tú”.
El ogro ansioso por impresionar al gato, se convirtió en un segundo en un diminuto ratón, pero apenas lo hizo el gato se lanzó sobre él y se lo tragó de un bocado.
Fue así como el gato reclamó aquel palacio y las tierras circundantes para el recién nombrado Marques de Carabás, su joven amo. Allí recibió al rey, que impresionado ante el lujo y la majestuosidad del castillo, le propuso de inmediato la mano de su hija en matrimonio. El hijo del molinero aceptó y luego de que el rey murió gobernó aquellas tierras, al lado de el gato con botas a quien nombró primer ministro.

el gigante egoísta

Imagen relacionada


Hace muchos años, en un pequeño pueblo, existían cinco niños muy amigos que cada tarde salían a jugar al bosque. Los pequeños correteaban por la yerba, saltaban a los árboles y se bañaban en los ríos con gran felicidad. En realidad, eran muy unidos y les gustaba sentirse en compañía de los animales y el calor que les brindaba el Sol. Sin embargo, cierta tarde, los niños se alejaron del bosque y fueron a dar con un inmenso castillo resguardado por unos altos muros.
Sin poder contener la curiosidad, treparon los muros y se adentraron en el jardín del castillo, y después de varias horas de juego, sintieron una voz terrible que provenía de adentro. “¿Qué hacen en mi castillo? ¡Fuera de aquí!”.
Asaltados por el miedo, los cinco niños se quedaron inmóviles mirando hacia todas partes, pero en seguida se asomó ante sus ojos un gigante egoísta horroroso con los ojos amarillos. “Este es mi castillo, rufianes. No quiero que nadie ande merodeando. Largo de aquí y no se atrevan a regresar. ¡Fuera!”. Sin pensarlo dos veces, los niños salieron disparados a toda velocidad de aquel lugar hasta perderse en la lejanía.
Para asegurarse de que ningún otro intruso penetraría en el castillo, el gigante reforzó los muros con plantas repletas de espinas y gruesas cadenas que apenas dejaban mirar hacia el interior. Además, en la puerta principal, el gigante egoísta y malhumorado colocó un cartel enorme donde se leía: “¡No entrar!”.
A pesar de todas estas medidas, los niños no se dieron por vencidos, y cada mañana se acercaban sigilosos a los alrededores del castillo para contemplar al gigante. Allí se quedaban por un largo rato hasta que luego regresaban con tristeza a casa. Tiempo después, tras la primavera, arribó el verano, luego el otoño, y finalmente el invierno. En pocos días, la nieve cubrió el castillo del gigante y le aportó un aspecto sombrío y feo. Los fuertes vientos arreciaban en las ventanas y las puertas, y el gigante permanecía sentado en su sillón deseando que regresara nuevamente la primavera.
Al cabo de los meses, el frío por fin se despidió y dio paso a la primavera. El bosque gozó nuevamente de un verde brillante muy hermoso, el Sol penetró en la tierra y los animales abandonaron sus guaridas para poblar y llenar de vida la región. Sin embargo, eso no sucedió en el castillo del gigante egoísta. Allí la nieve aún permanecía reinando, y los árboles apenas habían asomado sus ramas verdosas.
“¡Qué desdicha!” – se lamentaba el gigante – “Todos pueden disfrutar de la primavera menos yo, y ahora mi jardín es un espacio vacío y triste”.
Afligido por su suerte, este se tumbó en su lecho y allí hubiese quedado para siempre sino fuese porque un buen día oyó con gran sorpresa el cantar de un sinsonte en la ventana. Asombrado y sin poder creerlo aún, el gigante se asomó y esbozó una sonrisa en sus labios. Su jardín había recuperado la alegría, y ahora, no sólo los árboles ofrecían unas ramas verdes y hermosas, sino que las flores también habían decidido crecer, y para su sorpresa, los niños también se encontraban en aquel lugar jugando y correteando de un lado hacia el otro.
“¿Cómo pude ser tan egoísta? Los niños me han traído la primavera y ahora me siento más feliz” – así gritaba el gigante mientras descendía las escaleras para salir al jardín. Al llegar al lugar, descubrió que los pequeñines trepaban a los árboles y se divertían alegremente. Todos menos uno, que por ser el más chico no podía trepar a ningún árbol.
Compadecido con aquel niño, el gigante egoísta decidió ayudarlo y tendió su mano para que este pudiera subir al árbol. Entonces, la enorme criatura eliminó las plantas con espinas que había colocado en su muro y también las cadenas que impedían el paso hacia su castillo.
Sin embargo, cuando los niños le vieron sintieron miedo de que el gigante egoísta les expulsará del lugar, y sin perder tiempo se apresuraron a marcharse del castillo, pero el niño más pequeño quedó entonces atrapado en el árbol sin poder descender. Para su sorpresa, las flores se marchitaron, la yerba se tornó gris y los árboles comenzaron a llenarse de nieve.
Con gran tristeza, el gigante le pidió al chico que no llorara, y en cambio le dijo que podía quedarse y jugar en su jardín todo el tiempo que quisiera. Entonces, los demás niños que permanecían escondidos desde fuera del muro, comprendieron que este no era malo, y que por fin podían estar en el jardín sin temor a ser expulsados.
Desde ese entonces, cada año cuando la primavera arriba al bosque, los niños se apresuran hacia el castillo del gigante para llenar de vida su jardín y sus flores.
el jorobado de Notre Dame
Imagen relacionada

Esta historia que estás a punto de conocer sucedió en París, en una época muy lejana. Se trata de una leyenda que se mantuvo en secreto por muchos años en la catedral de Notre Dame. En realidad, era un lugar muy hermoso, un edificio inmenso y deslumbrante cuyas torres se alzaban hasta el cielo. Cuentan las personas de aquel tiempo, que las paredes de la catedral encerraban un misterio horroroso, pero otras aseguraban que, en realidad, se trataba de una historia de amor como pocas. Esto fue lo que sucedió:
Los niños y los comerciantes que merodeaban cerca de Notre Dame, se horrorizaban cada cierto tiempo con una silueta extraña que se desplazaba por las campanas de la catedral, sobre todo en las noches. Algunos ancianos decían que se trataba de un espíritu, mientras que otros aseguraban que se trataba de una temible bestia peluda que expulsaba fuego por los ojos. La verdad, no era ni una cosa ni la otra, sino un ser humano común que había nacido con una peculiar deformidad en su espalda.
Aquel jorobado de Notre Dame se llamaba Quasimodo, y era un joven muy tímido de noble corazón que había sido condenado a vivir en el interior de la catedral desde los primeros días de su vida. Quasimodo estaba acostumbrado a la soledad del campanario, y todos los días se dedicaba a repicar las campanas y mantener limpio el lugar. El obispo de Notre Dame, de nombre Frollo, era el encargado de mantener al jorobado atrapado en lo alto, y según dicen, era una persona malvada que maltrataba al pobre muchacho y no le tenía el menor cariño.
Con el paso del tiempo, Quasimodo creció y sintió una enorme curiosidad por conocer el mundo bajo sus pies. Así fue que, una tarde de verano en que se celebraba el Festival de los Bufones, el noble jorobado decidió descender del campanario para participar de la fiesta. Al comienzo, tuvo mucho miedo de no ser aceptado, pero a medida que avanzaba entre las personas, pudo reconocer que todos eran muy amables con él.
Había avanzado algunas calles cuando arribó a un espectáculo maravilloso, era una danza seductora interpretada por la gitana Esmeralda, y al verla, Quasimodo quedó encantado con el aspecto de la bella joven. Esmeralda, también fue muy amable con él, e incluso, le invitó a unirse a la fiesta. Más tarde, el capitán Febo, enamorado de la gitana, también apareció y entabló una hermosa amistad con Quasimodo.
Todo aquello le resultó detestable al obispo Frollo, quien enardecido de rencor y odio, decidió apresar a Febo y a Esmeralda para que recibieran un castigo inmerecido. Quasimodo también fue castigado y obligado a regresar al campanario. Durante varios días, el jorobado permaneció encadenado sin poder moverse apenas, y durante ese tiempo se lamentaba de la maldad del mundo, y de personas que, como su amo Frollo, no tenían pureza de corazón.
Finalmente, arribó el día en que el capitán Febo y su amada Esmeralda serían condenados. Las personas se reunieron en torno a la catedral, donde yacían encadenados sobre el estrado los dos enamorados. Cuando el verdugo se disponía a ejecutarlos, se oyó un temible sonido desde lo alto del campanario. ¡Era Quasimodo! El jorobado se había librado de las cadenas y con gran agilidad arribó ante sus dos amigos para liberarlos.
El pueblo comenzó a gritar para apoyar a Quasimodo, pero el obispo Frollo se llenó de una ira incontenible. Rápidamente, el jorobado rompió las cadenas de Esmeralda y del capitán Febo, y reunidos en un abrazo lograron sonreír por primera vez después de largo tiempo. Las personas allí reunidas se sumaron a la celebración, y con gran entusiasmo gritaban el nombre de Quasimodo y le aplaudían por su gran heroísmo.
El obispo Frollo no pudo hacer mucho al respecto, y desde entonces, el jorobado de Notre Dame consiguió librarse de los castigos de su amo y vivir entre las personas como un verdadero héroe, que aunque jorobado y de aspecto extraño, poseía un corazón puro y noble.

el mago de oz
Imagen relacionada

En una granja de Kansas es donde sucede esta historia. Se trata de Dorita, una niña que junto a su perro Totó fue atrapada por un tornado y trasladada hasta tierras muy lejanas.
Para sorpresa de Dorita había llegado a un mundo poblado por seres extraños. ¡Tenía que encontrar el camino a su casa! Así fue preguntando cómo hacerlo hasta que un hada le recomendó consultar al mago de Oz.
¿Cómo hallarlo?-Sigue el camino de las baldosas amarillas-le dijo el hada.
En el recorrido para llegar hasta el mago de Oz, Dorita y su perro Totó se encontraron a un espantapájaros que clamaba por tener un cerebro. Al no poder ayudar a su nuevo amigo, la niña lo invitó a caminar juntos para encontrar al mago y pedirle un consejo.
También se les unió un hombre de hojalata. Este se encontraba triste porque quería un corazón y no encontraba la forma de solucionar su problema. Más tarde, hallaron a un león que a diferencia de los de su especie era miedoso. Entonces, le invitaron a ver al mago de Oz para que este le ayudara.
Después de mucho andar y vivir muchas aventuras, Dorita, Totó, el espantapájaros, el hombre de hojalata y león llegaron al país del mago de Oz donde fueron recibidos por un guardián. Tras preguntar qué quería, los dejó pasar.
El mago de Oz escuchó atentos los deseos de sus visitantes y les dijo que los ayudaría si vencían a una bruja que causaba muchas molestias a su reino. Los nuevos amigos aceptaron.
A salir para cumplir su encomienda, los cinco amigos pasaron por un campo de amapolas y el aroma de estas flores los durmió. Tal situación permitió que unos monos, mensajeros de la bruja, los atraparan y llevaran con la malvada.
Por casualidad, y debido a su miedo, cuando Dorita vio a la bruja le lanzó un cubo de agua a la cara. Tal acción hizo que la bruja se volviera un charco de agua. Y es que esa era la solución para terminar con los hechizos que habían azotado al país del mago de Oz.
Al morir la bruja, el hombre de hojalata, el león y el espantapájaros vieron cumplidos sus deseos. Sin embargo, Dorita y Totó no había podido regresar a su granja en Kansas.
La curiosidad de Totó hizo que Dorita descubriera que el mago de Oz era un anciano que deseaba retirarse a un lugar donde pudiera retirarse. Dorita lo siguió en esta travesía y juntos emprendieron un vuelo en globo.
La travesía cambió su rumbo cuando Totó se cayó del globo y ella saltó tras él. Mientras caía, Dorita somó con sus amigos y escuchó como el hada le decía que pensara en lo bien que se estaba en el hogar.
La niña pensó con todas sus fuerzas:-No hay lugar más feliz que la casa propia.
Al abrir sus ojos se encontró otra vez en Kansas. Escuchó la voz de sus tíos y corrió a abrazarlos. Dorita solo había estando soñando pero vivió en ese mundo de fantasía una experiencia inolvidable.

el patito feo
Al igual que todos los años, en los meses de verano, la Señora Pata se dedicaba a empollar. El resto de las patas del corral siempre esperaban con muchos deseos que los patitos rompiesen el cascarón para poder verlos, pues los patitos de esta distinguida pata siempre eran los más bellos de todos los alrededores.
El momento tan esperado llegó, lo que causó un gran alboroto ya que todas las amigas de mamá pata corrieron hacia el nido para ver tal acontecimiento. A medida que iban saliendo del cascarón, tanto la Señora Pata como sus amigas gritaban de la emoción de ver a unos patitos tan bellos como esos. Era tanta la algarabía que había alrededor del nido que nadie se había percatado que aún faltaba un huevo por romperse.
El séptimo era el más grande de todos y aún permanecía intacto lo que puso a la expectativa a todos los presentes. Un rato más tarde se empezó a ver como el cascarón se abría poco a poco, y de repente salió un pato muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron perplejos porque este era mucho más grande y larguirucho que el resto de los otros patitos, y lo que más impresionó era lo feo que era.
Esto nunca le había ocurrido a la Señora Pata, quien para evitar las burlas de sus amigas lo apartaba con su ala y solo se dedicaba a velar por el resto de sus hermanitos. Tanto fue el rechazo que sufrió el patito feo que él comenzó a notar que nadie lo quería en ese lugar.
Toda esta situación hizo que el patito se sintiera muy triste y rechazado por todos los integrantes del coral e incluso su propia madre y hermanos eran indiferentes con él. Él pensaba que quizás su problema solo requería tiempo, pero no era así pues a medida que pasaban los días era más largo, grande y mucho más feo. Además se iba convirtiendo en un patito muy torpe por lo que era el centro de burlas de todos.
Un día se cansó de toda esta situación y huyó de la granja por un agujero que se encontraba en la cerca que rodeaba a la propiedad. Comenzó un largo camino solo con el propósito de encontrar amigos a los que su aspecto físico no les interesara y que lo quisieran por sus valores y características.
Después de un largo caminar llegó a otra granja, donde una anciana lo recogió en la entrada. En ese instante el patito pensó que ya sus problemas se habían solucionado, lo que él no se imaginaba que en ese lugar sería peor. La anciana era una mujer muy mala y el único motivo que tuvo para recogerlo de la entrada era usarlo como plato principal en una cena que preparaba. Cuando el patito feo vio eso salió corriendo sin mirar atrás.
Resultado de imagen para el patito feo
Pasaba el tiempo y el pobrecillo continuaba en busca de un hogar. Fueron muchas las dificultades que tuvo que pasar ya que el invierno llegó y tuvo que aprender a buscar comida en la nieve y a refugiarse por sí mismo, pero estas no fueron las únicas pues tuvo que esquivar muchos disparos provenientes de las armas de los cazadores.
Siguió pasando el tiempo, hasta que por fin llegó la primavera y fue en esta bella etapa donde el patito feo encontró por fin la felicidad. Un día mientras pasaba junto a estanque diviso que dentro de él había unas aves muy hermosas, eran cisnes. Estas tenían clase, eran esbeltas, elegantes y se desplazaban por el estanque con tanta frescura y distinción que el pobre animalito se sintió muy abochornado por lo torpe y descuidado que era él.
A pesar de las diferencias que él había notado, se llenó de valor y se dirigió hacia ellos preguntándole muy educadamente que si él podía bañarse junto a ellos. Los cisnes con mucha amabilidad le respondieron todos juntos:
– ¡Claro que puedes, como uno de los nuestros no va a poder disfrutar de este maravilloso estanque!
El patito asombrado por la respuesta y apenado les dijo:
– ¡No se rían de mí! Como me van a comparar con ustedes que están llenos de belleza y elegancia cuando yo soy feo y torpe. No sean crueles burlándose de ese modo.
– No nos estamos riendo de ti, mírate en el estanque y veras como tu reflejo demostrara cuan real es lo que decimos.- le dijeron los cisnes al pobre patito.
Después de escuchar a las hermosas aves el patito se acercó al estanque y se quedó tan asombrado que ni el mismo lo pudo creer, ya no era feo. ¡Se había transformado en un hermoso cisne durante todo ese tiempo que pasó en busca de amigos! Ya había dejado de ser aquel patito feo que un día huyó de su granja para convertirse en el más bello y elegante de todos los cisnes que nadaban en aquel estanque.
Resultado de imagen para el patito feo

el soldadito de plomo

¿Te sabes la historia del soldadito de plomo? Todo comienza en la pequeña casa de una ciudad donde habitaba un niño. El día de su cumpleaños, nuestro amiguito había recibido como regalo de sus padres una caja misteriosa. Lleno de curiosidad, el niño abrió la caja y descubrió en su interior quince soldaditos de plomo idénticos. Con un porte elegante, fusil al hombro, pantalones azules y gorra roja, los quince soldaditos habían nacido de una vieja cuchara de plomo fundida.
El niño aplaudió con gran alegría al ver sus nuevos juguetes, y sin perder un segundo los sacó de la caja y los colocó en fila para comenzar a jugar. Sin embargo, el último de los soldaditos no era igual que el resto, pues como el plomo de la cuchara no había sido suficiente le faltaba una pierna al desdichado. Aun así, el soldadito se mantenía firme igual que sus hermanos, y una vez que fue colocado junto al resto de los juguetes en la alacena, pudo comprobar un hermoso castillo de papel que se alzaba frente a él.
Aquel castillo era realmente deslumbrante, tenía grandes ventanas y puertas doradas, y en su interior, lo más sorprendente era una pequeña muñeca que se encontraba con los brazos en alto y una pierna recogida hacia arriba como suelen hacer las bailarinas. Al verla, el soldadito quedó completamente enamorado, y como pensó que a ella también le faltaba una pierna, decidió tomarla por esposa cuanto antes.
“He encontrado la persona perfecta para mí, y encima tiene un castillo donde podremos vivir juntos”, así pensaba el soldadito de plomo mientras contemplaba la belleza de su amada. Al arribar la noche, el niño terminó de jugar y se marchó a la cama, y en ese instante, los juguetes cobraron vida y comenzaron a caminar y a conversar en la alacena. Sin embargo, el soldadito de plomo permanecía inmóvil con la mirada fija en la muñeca bailarina. A cambio, ella también le devolvía sonrisas y en poco tiempo entablaron una hermosa amistad que hubiese durado por mucho tiempo si la envidia y la maldad no hubiesen aparecido esa noche.
Resulta que entre los juguetes, existía además un feo payaso de plástico que no soportaba el amor que se tenían la muñeca y soldadito. A la mañana siguiente, el niño regresó a la alacena para jugar como de costumbre, pero a la hora del almuerzo, abandonó al soldadito de plomo en el borde de la ventana, y entonces, el payaso malvado aprovechó para empujar al pobre hacia la calle. Desde una gran altura, el soldadito cayó sin remedio hasta caer en el justo medio de la calle, con riesgo de que algún automóvil pasara a toda velocidad y lo aplastara.
Cuando el niño notó la ausencia del soldadito, bajó hasta la calle para encontrarlo, pero la suerte no estuvo de su lado, y aunque buscó y buscó por largo tiempo, jamás pudo encontrar a su juguete que permanecía abandonado y triste en el pavimento. Al caer la tarde, el cielo tomó un color gris, y unos cuantos segundos después, comenzó a llover tan fuerte que las calles se llenaron de agua, y fue entonces cuando el soldadito fue arrastrado por la corriente hasta alejarse de la casa y de su amada, la muñeca bailarina.
El agua de lluvia caprichosa deslizó al soldadito calle abajo, pero este apenas se movía mientras contemplaba el cielo gris sobre su cabeza. Al rato, el agua se adentró por una alcantarilla oscura y horrorosa, y con ella, también el soldadito. “Cómo quisiera regresar a casa y contemplar la belleza de mi amada”, pensaba nuestro amigo mientras la corriente de agua impulsaba su menudo cuerpecito de plomo por tuberías estrechas y oscuras.
Durante algún tiempo anduvo el soldadito navegando por las alcantarillas cuando de pronto, sintió un temible sonido. La tubería por donde navegaba estaba llegando a su fin, y el agua se abalanzaba a toda velocidad hacia un inmenso canal. Sin más remedio que dejarse llevar, el soldadito fue abalanzado con fuerza hacia el exterior de la alcantarilla, y justo antes de caer en el estanque, un enorme pez saltó desde las profundidades y se lo tragó de un solo bocado.
Allí, en el estómago de aquel pez, el soldadito de plomo permaneció durante varios días, y como todo era tan oscuro, no hacía otra cosa que pensar en su querida muñeca y en sus ganas de regresar a casa. Finalmente, una buena tarde, el pez comenzó a moverse bruscamente, luego quedó inmóvil y cuando pudo notarlo, el soldadito fue capaz de ver nuevamente la luz. Unos pescadores se habían hecho con el pez y lo habían vendido a una sirvienta. Al llegar a casa, la señora lo abrió con un cuchillo y cuál fue su sorpresa cuando, sin poder imaginarlo, encontró dentro al querido soldadito de plomo.
Rápidamente, la sirvienta salió de la cocina y se dirigió al comedor donde aguardaban los dueños de la casa, y ¿Saben qué? Aquellas personas no eran otras que los padres del niño, y el propio niño que no pudo contener su emoción al ver que su juguete perdido había regresado milagrosamente a casa. El soldadito también se emocionó, pues su deseo se había hecho realidad. “Por fin, he regresado” – gritaba con emoción para sus adentros – “Dentro de poco podré estar nuevamente junto a mi adorada muñeca”.
Y así mismo sucedió. El niño colocó al soldadito en la alacena junto al castillo de papel, y desde una de las ventanas, unos ojos bañados en lágrimas lo contemplaban. Era la muñeca bailarina llena de alegría al ver como su amado regresaba junto a ella. Desde entonces, el payaso malvado no volvió a entrometerse con la pareja de enamorados, y el amor, triunfó una vez más por encima del mal.

Imagen relacionada
Hansel y Gretel
Érase una vez dos niños llamados Hansel y Gretel, quienes vivían con su padre leñador y su madrastra cerca de un espeso bosque. La situación de la familia era precaria, vivían con mucha escasez y apenas tenían para alimentarse.
Una noche la cruel madrastra le sugirió al buen leñador que se encontraba atormentado pensando que sus hijos morirían de hambre. – “Debemos abandonarlos en el bosque, ya no hay suficiente comida. A lo mejor se encuentran a alguien que se apiade y les dé de comer”.

Resultado de imagen para hansel y gretel
Al principio el padre se opuso rotundamente a la idea de abandonar a sus hijos a la merced del bosque. – “¿Cómo se te puede ocurrir semejante idea mujer? ¿Qué clase de padre crees que soy?” – le respondió enfadado.
La mujer que estaba dispuesta a deshacerse de la carga de los niños, no descansó hasta convencer al débil leñador de que aquella era la única alternativa que le quedaba.
Los niños no estaban realmente dormidos, por lo que escucharon junto a la puerta de su habitación toda la conversación. Gretel lloraba desconsoladamente, pero Hansel la consoló asegurándole que tenía una idea para encontrar el camino de regreso.
A la mañana siguiente cuando los niños se disponían a acompañar a su padre al bosque como hacían a menudo, la madrastra les dio un pedazo de pan a cada uno para el almuerzo. Así fue como los niños siguieron a su padre hasta la espesura al bosque, sabiendo que este los iba a dejar allí. Hansel iba detrás, dejando caer migas de su pan para marcar el camino por el que debían regresar a la casa.
Cuando llegaron a un claro, el padre les dijo con una tristeza profunda. – “Esperen aquí hijos míos, iré a cortar algo de leña y luego vendré a buscarlos”.
Hansel y Gretel se quedaron tranquilos como su padre les había pedido, creyendo que tal vez había cambiado de opinión. Se quedaron profundamente dormidos hasta que los sorprendió la noche y siguiendo la luz de la luna, intentaron encontrar el camino de regreso. Pero por más que buscaron y buscaron no lograron encontrar las migas de pan que indicaban el camino, ya que antes los pájaros del bosque se las habían comido.
Así vagaron sin rumbo durante la noche y el día siguiente por el bosque, y con cada paso que daban se alejaban más de la cabaña donde vivían. Pensaban que iban a morir de hambre cuando encontraron a un pajarillo blanco que cantaba y movía sus alas, como invitándoles a seguirle. Siguieron el vuelo de aquel pajarillo hasta que llegaron a una casita, que para su sorpresa estaba construida completamente de dulces. El tejado, las ventanas e incluso las paredes estaban recubiertas de jengibre, chocolate, bizcochos y azúcar.
De inmediato se abalanzaron hacia la casita y mientras mordisqueaban todo lo que podían, oyeron la voz de una viejecita desde el interior que los invitaba a pasar. Se trataba de una bruja malvada que usaba aquel hechizo para atraer a los niños y luego comérselos.
Una vez adentro fue muy tarde para Hansel y Gretel, quienes no lograron escapar. La bruja decidió que Gretel le era más útil en las labores domésticas y a Hansel se lo comería luego de engordarlo, porque estaba muy delgado. Lo metió en una jaula donde lo alimentaba a diario y como estaba media ciega, cuando le pedía que le sacase la mano para ver si había engordado algo, Hansel la engañaba con un hueso.
Pasó el tiempo y la bruja finalmente se aburrió, por lo que decidió comérselo así mismo. Le ordenó a Gretel que prepara el horno para cocinarlo. Mientras la bruja estaba distraída viendo si el horno estaba lo suficientemente caliente, Gretel aprovechó la oportunidad para empujarla a su interior.
Gretel corrió y liberó a su hermano, pero antes de marcharse tomaron las joyas y diamantes que mantenía escondidos la bruja. Huyeron del bosque tan lejos como pudieron, hasta que llegaron a la orilla de un inmenso lago en el que nadaba un bello cisne blanco. Le pidieron ayuda al cisne que los ayudó a cruzar hasta la otra orilla, indicándoles el camino de regreso a su casa.
Con inmensa alegría los niños encontraron a su padre, que no había pasado un día sin que se arrepintiera de lo que les había hecho a sus adorados hijos. Les contó que los había buscado por todo el bosque sin cesar y que la madrastra había muerto. Les prometió que en lo adelante se esforzaría por ser un mejor padre y hacerlos feliz.
Los niños dejaron caer los tesoros de la bruja a los pies de su padre y le dijeron que ya no tendrían que pasar más malos momentos. Y fue así como vivieron felices y ricos por siempre, Hansel y Gretel y su padre el leñador.

la bella durmiente
Resultado de imagen para la bella durmiente


En un reino muy lejano, habitó una vez un rey noble y justo que deseaba con fervor tener un hijo junto a su reina. Después de largo tiempo, el monarca pudo por fin disfrutar el advenimiento de una hermosa hija. La princesita tenía una piel muy suave y unos cabellos rubios radiantes como el Sol, y desde todo el reino, las personas se acercaban para brindarle regalos y admirar la belleza de la pequeña hija del rey.
Durante la fiesta de bautismo de la princesita, no sólo acudieron personas de todas las edades, sino también unas criaturas fantásticas conocidas como hadas. Aquellas tres hadas eran pequeñas como la palma de la mano, pero su bondad y su poder eran muy grandes, y al ver a la niña quedaron tan asombradas de su belleza, que no tardaron en obsequiarle cada una un don especial.
“Te concedo el don de la elegancia”, “Yo te doy el don de la amistad”, “Y yo por mi parte te regalo el don de la alegría”. Así fue como las tres hadas celebraron el nacimiento de la pequeña princesa, y aunque todo fue alegría y regocijo durante unos minutos, apareció de pronto una bruja de aspecto oscuro que apagó las velas de un soplo. Era la bruja Maligna, que no había sido invitada a la celebración por practicar las artes oscuras.
El rey se puso muy nervioso al ver a Maligna, y la reina se desmayó por completo en su asiento. Al acercarse a la cuna de la princesita, la bruja decidió lanzar un hechizo oscuro por haber sido rechazada, y dijo de esta manera: “Dentro de exactamente quince años, te pincharás el dedo con un huso, y tan pronto aparezca la primera gota de sangre, caerás muerta al instante”. Dicho aquello, Maligna desapareció de aquel lugar, y las velas se encendieron nuevamente.
Las personas reunidas quedaron en un profundo silencio, la reina, ya recuperada, comenzó a sollozar desconsoladamente, y el rey amenazó con lanzar todo su ejército en busca de la bruja Maligna para acabar con ella. En ese momento, las hadas se reunieron en torno a la cuna, y aunque no tenían suficiente poder para deshacer el hechizo de la bruja, sí lanzaron un conjuro que le permitiría a la princesita ser salvada por un beso de amor verdadero.
Aun así, el rey no quedó convencido y ordenó a sus soldados que salieran por el reino y destruyeran todos los husos que encontraran a su paso. Al cabo de unos días, el reino se encontraba cubierto por enormes montañas de husos que se quemaban al calor del fuego, y con el paso del tiempo, las personas del lugar olvidaron el temible hechizo y vieron como la princesita crecía cada vez más y se llenaba de una belleza difícil de describir.
Durante exactamente quince años, todo fue alegría en aquel reino. La pequeña niña hija del rey se había convertido ahora en una muchacha deslumbrante que correteaba por el reino y le gustaba rodearse de animales. Un buen día, mientras caminaba por las calles del reino, encontró una pequeña casita que le llamó la atención. La puerta de la casita se encontraba abierta, y sin pensarlo dos veces, la princesa se adentró en el lugar.
En la última habitación, había una anciana que hilaba con cuidado su copo en un desgastado huso. Atraída por aquel objeto, y como nunca antes lo había visto, la joven le pidió a la anciana que le permitiera utilizarlo, y mientras aprendía a colocar el hilo en el huso, sucedió algo terrible. La princesa se había pinchado con la aguja y tan pronto apareció la primera gota de sangre en su dedo, cayó al piso.
Al enterarse de la noticia, el rey convocó a todos los doctores del reino para que resucitaran a su pequeña, pero como la bruja había prometido con su hechizo, nada podía salvarla. Ni siquiera los brujos pudieron devolverle la vida a la princesa. Entonces, el rey decidió construir una hermosa torre dentro del palacio, y en lo alto, preparó una habitación con una cama de hilos de oro para colocar el cuerpo de su desvanecida hija.
Cuando las hadas buenas supieron del terrible suceso, decidieron también hechizar a todos los habitantes del castillo, para que la princesa, cuando despertara, pudiera reconocer a sus padres, a los soldados y hasta los cocineros. Así fue entonces que pasaron cien años desde aquel momento, y como era de esperarse, el castillo quedó abandonado poco a poco, repleto de ramas de árboles que penetraron por la ventana y por las puertas hasta inundar el lugar.
Las personas del reino se olvidaron con el tiempo del rey y de su hija, pero una tarde de verano, un príncipe lejano que se había extraviado cerca del lugar, arribó al castillo abandonado, y se sorprendió de ver tantas personas durmiendo en las habitaciones. Como era un joven curioso, decidió subir las escaleras hasta la última alcoba, donde se encontraba justamente la princesa encantada.
Nada más que arribó al lecho de la joven, el príncipe quedó completamente enamorado de su belleza, y sin poder contenerse, se arrodilló en el suelo y acercó sus labios a la princesa para besarla. En ese momento, la magia se deshizo y por primera vez en cien años, la bella durmiente abrió sus ojos. Por supuesto, también lo hicieron todos los habitantes del castillo, y el rey y la reina corrieron a toda velocidad para encontrarse felizmente con su hija.
Desde ese instante, la alegría y la esperanza retornaron al reino, el castillo fue reparado y la pareja de enamorados celebraron una boda maravillosa por varios días, tuvieron dos niños encantadores, y fueron muy felices por el resto de sus días.
la bella y la bestia
Resultado de imagen para la bella y la bestia

Esta es la historia de una muchacha cuya belleza y nobleza la hacían lucir aún más hermosa. En el pueblo donde vivía todos le llamaban Bella y todo se debía que ella era no solo perfecta en su físico sino que tenía grandes sentimientos.
Su padre era un comerciante muy poderoso, y que un buen día cayó en una grave ruina en la que cada vez se hacía más pobre. Al llegar este momento, tanto el padre como la hija, fueron capaces de darse cuenta que muchos de aquellos que decían ser sus amigos los abandonaron cuando fueron viendo que ya no habían ni comodidades ni riquezas.
Una mañana, el padre de Bella se despertó con la idea de ir a una feria, pero por mala suerte se perdió en el bosque. Mientras trababa de encontrar el camino correcto, la noche llegó y junto a la oscuridad que provoca así como a los ruidos que la acompañan, el pobre anciano encontró un pastillo gigantesco.
Como una persona educada que era tocó la puerta, pero nadie respondió. Al entrar comenzó a caminar por los enormes pasillos, que estaban llenos de lujos, hasta que al final se encontró con una mesa llena de comida. El padre de Bella comió hasta que no pudo más. Una vez que ya había saciado su hambre, decidió descansar, así que eligió una amplia habitación y se tiró a descansar.
Al amanecer, se levantó muy tranquilamente y continuó su recorrido por el enorme palacio, y se detuvo al llegar a un establo donde había un caballo que estaba listo para montar. Se subió a él y partió, dejando atrás el gran castillo. Cuando solo había andado en pequeño tramo se encontró con un jardín muy bello, donde existían flores únicas, con una fragancia sorprendente.
Al ver tal hermosura, se bajó del caballo y fue directo a tomar algunas para su hija Bella.  Cuando solo había arrancado una, el suelo empezó a temblar y una bestia muy temerosa apareció diciendo:
– ¡Ladrón! Te he dado la oportunidad de que puedas apreciar este maravilloso jardín y a cambio tú te quieres llevar mis flores. Pues entonces has de morir.
– Seños de estos campos y bello jardín, nunca pensé que una flor lo iba a incomodar tanto, yo solo la quería para mi pobre hija – dijo el hombre muy temeroso.
– Al parecer tienes una hija – dijo la bestia muy molesta – pues si ella desea cumplir tu castigo, pues estar tranquilo que vivirás.
Un hada buena fue en busca de bella con el objetivo de contarle lo ocurrido. Rápidamente Bella partió para el palacio, y al llegar a pesar de que su padre le imploró que no se quedara, ella se quedó en su lugar.
La bestia no tuvo el valor de destruir aquella hermosa joven y en vez de despedazarla, la trató con ternura. Todas las cosas del palacio las acomodó a su disposición. Lo único que le causaba un temor era la presencia de la bestia, a tal punto que la primera vez que la bestia entró a su habitación pensó que moriría del pánico. El tiempo fue pasando y la joven se fue adaptando a la compañía de ese monstruo.
Cada día que pasaba la Bestia se enamoraba más de la hermosa joven, pero ella aún se sentía insegura pues su forma de ser no la convencía del todo. Bestia comenzó a cambiar, ya su forma de ser y actuar no era la misma. Esto fue haciendo que Bella comenzara a ver aquel monstruo de otra manera pues se dio cuenta que sus sentimientos estaban creciendo y que detrás de aquella fealdad había un gran corazón.
El tiempo siguió pasando y cada día que pasaban se conocían más y más, hasta que el cariño comenzó a fluir entre ambos lados. Un día terminaron diciéndose lo mucho que se querían, y en ese momento ocurrió un milagro pues la gran Bestia se convirtió en un hermoso príncipe, quien lleno de felicidad, gritó:
– ¡Bella me has salvado! Yo era un príncipe que iba a estar condenado a vivir de por vida bajo esta horrible apariencia con la que me conociste; y solo saldría de ella el día que una joven se enamorar de mí y aceptase ser mi esposa. Ahora que tú has logrado este milagro, quiero que seas mi esposa y que todas mis riquezas y mi amor sean tuyos para siempre.
Al terminar de decir estas palabras, Bella le ofreció su mano y le pidió que se pusiese de pie; al hacerlo con mucho cariño se abrazaron muy fuerte.
Y como todo final feliz, se casaron y vivieron felices para siempre.

los tres chanchitos

Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena.

Resultado de imagen para los tres cerditos
El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera, era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le unió a su hermano en la celebración.
El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea para azar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban.
Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación -“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por uno!”.
Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito.
– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el lobo feroz.
Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió todo lo rápido que pudo hasta la casa del segundo hermano.
De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:
-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”
El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras penas lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer hermano.
El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos eran en vano.
Imagen relacionada

Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.
Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo el bosque, salió corriendo de allí y nunca más regresó.
Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos.

pinocho
Había una vez, un viejo carpintero de nombre Gepetto, que como no tenía familia, decidió hacerse un muñeco de madera para no sentirse solo y triste nunca más.
“¡Qué obra tan hermosa he creado! Le llamaré Pinocho” – exclamó el anciano con gran alegría mientras le daba los últimos retoques. Desde ese entonces, Gepetto pasaba las horas contemplando su bella obra, y deseaba que aquel niño de madera, pudiera moverse y hablar como todos los niños.
Resultado de imagen para pinocho

Tal fue la intensidad de su deseo, que una noche apareció en la ventana de su cuarto el Hada de los Imposibles. “Como eres un hombre de noble corazón, te concederé lo que pides y daré vida a Pinocho” – dijo el hada mágica y agitó su varita sobre el muñeco de madera. Al momento, la figura cobró vida y sacudió los brazos y la cabeza.
– ¡Papá, papá! – mencionó con voz melodiosa despertando a Gepetto.
– ¿Quién anda ahí?
– Soy yo, papá. Soy Pinocho. ¿No me reconoces? – dijo el niño acercándose al anciano.
Cuando logró reconocerle, Gepetto lo cargó en sus brazos y se puso a bailar de tanta emoción. “¡Mi hijo, mi querido hijo!”, gritaba jubiloso el anciano.
Los próximos días, fueron pura alegría en la casa del carpintero. Como todos los niños, Pinocho debía alistarse para asistir a la escuela, estudiar y jugar con sus amigos, así que el anciano vendió su abrigo para comprarle una cartera con libros y lápices de colores.
El primer día de colegio, Pinocho asistió acompañado de un grillo para aconsejarlo y guiarlo por el buen camino. Sin embargo, como sucede con todos los niños, este prefería jugar y divertirse antes que asistir a las clases, y a pesar de las advertencias del grillo, el niño travieso decidió ir al teatro, a disfrutar de una función de títeres.
Al verle, el dueño del teatro quedó encantado con Pinocho: “¡Maravilloso! Nunca había visto un títere que se moviera y hablara por sí mismo. Sin dudas, haré una fortuna con él” – y decidió quedárselo. Este aceptó la invitación de aquel hombre ambicioso, y pensó que con el dinero ganado podría comprarle un nuevo abrigo a su padre.
Durante el resto del día, Pinocho actúo en el teatro como un títere más, y al caer la tarde decidió regresar a casa con Gepetto. Sin embargo, el dueño malo no quería que el niño se fuera, por lo que lo encerró en una caja junto a las otras marionetas. Tanto fue el llanto de Pinocho, que al final no tuvo más remedio que dejarle ir, no sin antes obsequiarle unas pocas monedas.
Cuando regresaba a casa, se topó con dos astutos bribones que querían quitarle sus monedas. Como era un niño inocente y sano, los ladrones le engañaron, haciéndole creer que si enterraba su dinero, encontraría al día siguiente un árbol lleno de monedas, todas para él.
El grillo trató de alertarle sobre semejante timo, pero Pinocho no hizo caso a su amigo y enterró las monedas. Luego, los terribles vividores esperaron a que el niño se marchara, desenterraron el dinero y se lo llevaron muertos de risa.
Al llegar a casa, Pinocho descubrió que Gepetto no se encontraba, y empezó a sentirse tan solo, que rompió en llantos. Inmediatamente, apareció el Hada de los Imposibles para consolar al triste niño. “No llores Pinocho, tu padre se ha ido al mar a buscarte”.
Y tan pronto supo aquello, Pinocho partió a buscar a Gepetto, pero por el camino tropezó con un grupo de niños:
– ¿A dónde se dirigen? – preguntó Pinocho
– Vamos al País de los Dulces y los Juguetes – respondió uno de ellos – Ven con nosotros, podrás divertirte sin parar.
– No lo hagas, Pinocho – le dijo el grillo – Debemos encontrarnos con tu padre, que se ha ido solo y triste a buscarte.
– Tienes razón, grillo, pero sólo estaremos un rato. Luego le buscaré sin falta.
Y así se fue Pinocho acompañado de aquellos niños al País de los Dulces y los Juguetes. Al llegar, quedó tan maravillado con aquel lugar que se olvidó de salir a buscar al pobre de Gepetto. Saltaba y reía Pinocho rodeado de juguetes, y tan feliz era, que no notó cuando empezó a convertirse en un burro.
Sus orejas crecieron y se hicieron muy largas, su piel se tornó oscura y hasta le salió una colita peluda que se movía mientras caminaba. Cuando se dio cuenta, comenzó a llorar de tristeza, y el Hada de los Imposibles volvió para ayudarle y devolverlo a su forma de niño.
– Ya eres nuevamente un niño bello, Pinocho, pero recuerda que debes estudiar y ser bueno.
– Oh sí, señora hada, a mí me encanta estudiar – dijo Pinocho y al instante, le quedó crecida la nariz.
– Tampoco debes decir mentiras, querido Pinocho.
– No, para nada, nunca he dicho una mentira – pero la nariz le creció un poco más – ¡Y siempre me porto muy bien!
Pero al decir aquello la nariz le creció tanto, que apenas podía sostenerla con su cabeza. Con lágrimas en los ojos, Pinocho se disculpó con el Hada y le prometió que jamás volvería a decir mentiras, por lo que su nariz volvió a ser pequeña. Entonces, él y el grillo decidieron salir a buscar a Gepetto. Sin embargo, cuando llegaron al mar, descubrieron que el anciano había sido tragado por una enorme ballena.
Enseguida, se lanzó al agua, y después de mucho nadar, se encontró frente a frente con la temible ballena. “Por favor, señora ballena, devuélvame a mi padre”. Pero el animal no le hizo caso, y se tragó a Pinocho también. Al llegar al estómago, se encontró con el viejo Gepetto y quedaron abrazados un largo rato.
– Tenemos que salir cuanto antes, Pinocho – exclamó Gepetto
– Hagamos una fogata papá. El humo hará estornudar a la ballena y podremos escapar.
Y así fue como Pinocho y su padre quedaron a salvo de la ballena, pues estornudó tan fuerte que los lanzó fuera del vientre y lograron escapar a tierra firme. Cuando llegaron a casa, este se arrepintió por haber desobedecido a su padre, y desde entonces no faltó nunca a clases, y fue tan bueno y disciplinado, que el Hada de los Imposibles decidió convertirlo en un niño de carne y hueso, para alegría de su padre, el viejo Gepetto, y del propio Pinocho.
Imagen relacionada

Pulgarcito
Érase una vez un campesino y su esposa, que se lamentaban de no haber tenido nunca un hijo.
– “Cuánta tristeza y silencio hay en esta casa. Si tan solo tuviésemos un niño, aunque fuese pequeño”, – pidió la esposa una noche.
Siete meses más tarde se cumplió el deseo de la mujer, que dio a luz un bebé no más grande que un pulgar. Aun así era todo lo que la pareja había deseado, le llamaron Pulgarcito. Pasaron los años y el niño no crecía más allá de su tamaño en el momento del nacimiento. Sin embargo era un niño muy listo y hábil, que lograba siempre cualquier meta que se trazaba.
Un día acompañó a su padre al bosque a buscar leña y pensó en ayudarlo a conducir el carro en el que iban. Se sentó en el oído del caballo y comenzó a darle indicaciones sobre donde debía ir. – “¡Heiii! ¡Arre! ”. Empezó a gritar como un experto conductor.
Por el camino pasaron dos forasteros, que vieron extrañados cómo el caballo iba siendo conducido solo por unas voces estridentes. Presos de la curiosidad decidieron seguir aquel carro hasta su destino y cuando llegaron a un claro en el bosque, se percataron de que la voz le pertenecía a una diminuta persona.
Pensaron cuánto dinero podían ganar si lo exhibían en la ciudad, por lo que se acercaron al campesino y le ofrecieron comprarlo.
– “¿Por qué no nos vendes al pequeño? Trabajará para nosotros” – dijeron los forasteros.
– “No” –respondió el padre – “Es mi hijo y no lo vendería ni por todo el oro del mundo”.
Al oír la propuesta, Pulgarcito escaló por los pliegues de la ropa de su padre hasta llegar a su oído y le susurró: – “Padre véndeme a estos hombres, nos viene bien el dinero y yo buscaré la forma de regresar a casa. Confía en mí”.
El padre dudó, pero luego hizo lo que le sugirió su hijo y lo intercambió por una buena cantidad de monedas. Pulgarcito se despidió de su padre y se fue con aquellos hombres, sentado en el ala de un sombrero. Cuando ya había anochecido engañó a los hombres para que lo bajaran un segundo, momento que aprovechó para colarse en una madriguera de ratón. Los hombres intentaron atraparlo, pero al ver que era en vano, decidieron marcharse.
Pulgarcito salió de aquel agujero decidido a buscar un lugar seguro para pasar la noche y encontró una concha vacía de caracol. Se estaba quedando dormido cuando sintió pasar a dos hombres que hablaban sobre robar la casa de un pastor. De inmediato tuvo la idea de darles una lección a aquellos oportunistas, por lo que se ofreció a ayudarlos.
– “Yo los ayudaré si me llevan con ustedes”, – les dijo desde el interior del caracol. – “Me deslizaré por las cañerías y le iré pasando todo lo que deseen”.
Los hombres vieron al pequeño en el suelo y pensaron que era un buen plan, por lo que lo llevaran con ellos. Una vez en casa del pastor, Pulgarcito se introdujo en el salón y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
– “¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?”- gritó intentando que lo escucharan.
Una cocinera que dormía en la habitación contigua lo escuchó y salió a buscar a los ladrones, que habían huido atemorizados de que los descubrieran. Pulgarcito que aún no había sido descubierto trepó hasta el establo y encontró en la paja un buen lugar donde dormir.
Resultado de imagen para pulgarcito

En la mañana, el mozo de cuadra tomó una brazada de heno para echarles a las vacas, precisamente del lugar en donde dormía profundamente Pulgarcito. Sin percatarse se despertó dentro del estómago de una vaca y comenzó a gritar fuertemente para salir de allí.
El pastor en persona acudió a ver aquella obra del diablo y asustado ordenó que sacrificaran a la vaca poseída. La vaca fue descuartizada y el estómago fue arrojado al estiércol, sin dejar escapar a Pulgarcito. Un lobo que iba pasando por el lugar se encontraba hambriento por lo que se engulló el estómago de un solo bocado.
Ahora Pulgarcito se encontraba dentro del lobo, por lo que ideó un plan para persuadirlo de llevarle hasta la casa de sus padres. Desde el fondo de su panza comenzó a gritarle: – “¡Querido lobo, sé dónde puedes encontrar mucha comida para alimentarte!”
– “¿Adónde debo ir?” – preguntó el lobo curioso.
Pulgarcito le comenzó a explicar cómo llegar a la casa de sus padres y le prometió que iba a encontrar toda clase de manjares. Una vez caída la noche el lobo entró por la trampilla de la cocina y acabó con toda la comida que había en la dispensa. En cuanto se dispuso a salir repleto de tanta comida, se dio cuenta de que no cabía por el mismo lugar por donde había entrado.
Pulgarcito que había previsto la situación, comenzó a patalear y a dar gritos en la barriga del lobo. Los chillidos despertaron a sus padres, quienes vieron al lobo intentando escapar. Ya se disponían a darle un golpe con el hacha, cuando Pulgarcito gritó:
– “¡Padre! ¡Madre! ¡Estoy en la barriga del lobo!”
Los padres agradecieron al cielo el regreso de su hijo y de golpe mataron al lobo, liberando a Pulgarcito. Pulgarcito les contó todas las aventuras que había vivido, orgulloso de sus hazañas. Los padres lo abrazaron, lo alimentaron y vistieron con ropas nuevas, prometiéndole que nunca más lo dejarían ir.